domingo, 11 de diciembre de 2011

Puente hacia allá…

Miró con detenimiento el pasillo a la derecha que bordeaba el río subterráneo, del cual emanaban tantos horribles aromas como era posible imaginar. Respiró hondo y la fetidez casi la ahogó. Seguir el camino aquel implicaba, como mínimo, respirar con dificultad, mucha dificultad. Observó entonces el puente de piedra, era de un cemento oscurecido por la humedad del lugar y la putrefacción del agua arrastrándose por debajo de su estructura, parecía firme y daba a una abertura de la cual , si bien no escapaba un aroma del todo agradable, por lo memos brotaba una briza algo fresca. Sostuvo la linterna con fuerzas y se dirigió hacia el puente.

Era una estructura más bien estrecha, apenas si cabrían dos personas menudas, una junto a la otra. Apoyo la mano que tenía libre en la baranda de hierro avanzó con cuidado. De cerca pudo comprobar que la base del puente estaba conformada, en realidad, por adoquines, de los cuales algunos no se hallaban tan firmes como era deseable por lo que debía moverse con una lentitud que le resultaba exasperante. A medida que se aproximaba a la abertura en la cual desembocaba el puente fue haciéndose evidente que se hallaba obstaculizada por algo que bien podía ser una puerta, o no. Llevaba ya la mitad del camino recorrido cuando tropezó con un hierro que sobresalía y cayo de rodillas. A punto estuvo de perder nuevamente la linterna pero sus reflejos fueron más rápidos. Una vez más, desde que había abandonado El Centro, lamentó no haber traído consigo la caja de herramientas de sus hermanos, pero ya era tarde y no había nada que hacer al respecto. Debía seguir avanzando. Cuando se puso nuevamente en pie pudo ver claramente que la segunda mitad del puente era un completo desastre. Hierros retorcidos sobresalían de los rotos adoquines y faltaban varios tramos de la baranda. Evaluó por un instante la posibilidad de volver sobre sus pasos y retomar el camino que había dejado atrás pero entonces un sonido metálico la sobresaltó. Era muy probable que fuera algún objeto que la corriente hacia chocar contras las paredes sumergidas, pero bien podía ser la tapa de la alcantarilla siendo removida de su lugar. No estaba segura y no podía arriesgarse. Sabía que, de haber alguien detrás de ella, la luz delataría su presencia, pero no podía avanzar a oscuras por aquel puente así tomó el pañuelo que llevaba al cuello, envolvió con él la linterna de modo que la luz quedara levemente ahogada pero aún le fuera útil y, rápidamente, se quitó la cinta que sujetaba su cabello, ató con ella la linterna a una de sus muñecas y comenzó a andar lo más a prisa posible.

Llegó al otro lado con el corazón latiéndole furiosamente. Sentía un fuerte ardor en las manos a causa de los cortes que se había hecho y varios magullones en todo el cuerpo que había decidido ignorar. El puente concluía en un ínfimo corredor de cemento que bordeaba el río pero permitía avanzar ni a derecha ni a izquierda. El único camino posible era la abertura que, efectivamente, se hallaba bloqueada por una puerta de madera. Cuando empujarla para abrirla, su cuerpo rebotó sin éxito. Volvió a intentarlo cuando, un ruido proveniente del puente, no le dejó más dudas, venían detrás de ella. Empujó la puerta una vez más, y nada. Se dejó caer, de espaldas a la puerta, apagó la linterna y se entregó a la desesperación.

Entonces una tenue luz azul la iluminó desde una abertura apenas visible en la pared izquierda al tiempo que una voz le decía en un susurro:

-Rápido, ven por aquí.

El ruido de sus perseguidores crecía desde el puente, debía enfrentarlos o huir.


1- Derlen espera a sus perseguidores y los enfrenta

2- Derlen huye hacia la luz azul


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